No muy lejos en el tiempo, el concepto perder unos gramos para ganar unos segundos ya se había hecho un hueco en mundo del ciclismo de competición, pero por entonces titanio o fibra de carbono eran materiales aún no conocidos en este sector. En ese momento aparece un nuevo concepto, el Drillium.
Drillium consitió (y consiste) en agujerear con la ayuda de un taladro los diferentes componentes de la bicicleta con el objetivo de hacerlos más ligeros. Al parecer, se han encontrado componentes agujereados de antes de 1950, pero sin duda fue la época de los 70 cuando más se visualizó esta técnica.
Gracias al drillium no sólo se conseguía aligerar el peso, si no que también podíamos reducir la resistencia al aire, pero el uso de esta técnica podía comprometer la seguridad de la bicicleta y del ciclista por lo que detrás de los buenos trabajos se encontraban auténticos profesionales del taladro.
Estos artesanos del metal disponían de plantillas con las que poder agujerar los componentes estrella de los profesionales de la época. Especialmente cuidadosos tenían que ser con las manetas de freno y con los manillares por la fuerza que soportan en competición.
Con los años, varios fabricantes añadieron el concepto Drillium a su productos de manera que de fábrica salían manetas de freno o platos concienzudamente agujereados.
En la actualidad, artistas como Jon William han recogido el testigo de Frank Spivey, Peter Johnson o Art Stump, creando maravillosas combinaciones entre aerodinámica y estética.
Como podemos ver en la obra de Jon William, el drillium no sólo consiste en agujerar, si no que en ocasiones se utiliza una técnica de rebajar el metal haciendo canales. En la actualidad, con componentes de aluminio, la pintura se puede considerar un detalle estético, pero cuando hablamos de la edad del hierro, la pintura podía evitar la corrosión del metal.
Así que si tu bicicleta tiene algún componente agujereado o alguna vez te encuentras con alguno de éstos, piensa que detrás de esos espacios en el metal hay toda una historia.